El orden de los tiempos: El Humilladero de la Victoria
El Humilladero de la
Victoria
ILUSTRACIÓN: María
Fernández Lizaso
EL ORDEN DE LOS
TIEMPOS
Publicado en el Diario de Cádiz el Domingo, 3 de octubre de 2010
A veces la polémica hace renacer
cuestiones y rincones olvidados durante años. El Paso de la Victoria tiene poca
suerte. Desde que en sus años de esplendor albergara multitud de acontecimientos
genuinamente portuenses, lo cierto es que en los últimos 20 años ha ido de mal
en peor. La dejadez de las autoridades municipales por un lado y la falta de
certeza a la hora de encauzar un proyecto de rehabilitación acorde con la
historia de este bello rincón portuense ha llevado a la ruina edificios como el
que traigo a estas páginas locales.
Nos acercaremos, con la cautela
propia que merece este tipo de construcciones, a la denominada Ermita de la
Concepción o Humilladero de la Victoria. Fue precisamente nuestro historiador
local Hipólito Sancho quien en su espléndido texto Historia del Puerto de Santa
María (desde su incorporación a los dominios cristianos en 1259 hasta el año
1.800)” hizo una relación de las ermitas levantadas en el siglo XVIII, entre
las que citó a esta recoleta construcción. Al respecto señalaba: “Humilladero
autorizado en 1755. Lo hicieron a sus expensas los empleados de rentas. No hay razón
para su erección”. Así de lacónica, es la única referencia bibliográfica
existente.
Me pregunto por qué Hipólito
Sancho habla de humilladero y encuentro una posible respuesta. El humilladero,
denominada también genéricamente cruz de término, es un tipo de hito o mojón
colocado antiguamente a la entrada de las ciudades o villas, como muestra de
piedad por parte del pueblo y para su fomento entre los viajantes. Consiste
generalmente en unas gradas de planta circular o poligonal sobre las que se
eleva un fuste rematado en nudo, macolla o capitel, que sustenta la cruz de
piedra labrada en cantería. Generalmente tiene por una de las caras de la cruz
la imagen de un Cristo crucificado y por el otro la imagen de la Virgen o algún
santo.
Aunque el humilladero de la
victoria en su construcción no se asemeja a lo descrito, bien es cierto que en
su significado pudiera interpretarse ciertas características. Así, se sitúan en
los aledaños del pueblo junto a los caminos y tiene varias finalidades:
Principalmente avisan de la proximidad del pueblo; sirven de guías pues se
ubican en todos los caminos que confluyen en el pueblo; son delimitadores de
los términos municipales o linderos particulares y sugieren a los viandantes que
recen una oración por el motivo religioso en él representado.
Podemos ampliar un poco sus
orígenes acudiendo a las Actas Capitulares que se conservan en el archivo
municipal. Así el Cabildo celebrado el 26 de febrero de 1755 concedía la
licencia constructiva: “En este Cabildo se vio un memorial de los dependientes
de los resguardos de rentas en que piden permiso a la ciudad para construir (a
expensas de las limosnas que adquieren los referidos) un portal delante de la
imagen de Nuestra Señora de la Concepción, situada en el arca del agua del
sitio de la Victoria. Y la ciudad, enterada, acordó que los caballeros
diputados de obras públicas con el maestro mayor de las fuentes intervengan en
esta obra, con cuya circunstancia y la de que no se le siga el arca del agua
detrimento alguno, concede la ciudad el permiso que se pide, y así se acordó”.
Fue edificada adosándose a la existente
Caja de aguas, pudiéndose observar pues dos áreas arquitectónicas para usos
diferentes, pero de similar estructura. La arquitectura civil y la religiosa se
dan de la mano en este caso.
La traída de las aguas del manantial
de la Piedad en las estribaciones de la sierra de San Cristóbal hizo necesaria
la ubicación en la entrada norte de El Puerto, de un depósito. Es en 1734
cuan-do el que fuera un olivar del monasterio de la Victoria fue cedido al
Consistorio para la construcción de una fuente y la conversión de la huerta en
paseo público. Ya en 1743 quedan concluidas las obras. Y como dato curioso, y
de indudable valor que todos los portuenses debiéramos conocer, en la lápida
que se ubica sobre el dintel de la puerta de acceso a la ermita, una
inscripción latina nos aporta datos de enorme interés: “En el reinado de Felipe
V, Rey poderosísimo de las Españas, el Sr. D. Tomás Idiáquez, Capitán General
de Andalucía, a fin de devolver a la ciudad su antigua belleza, y ya que el
océano la hizo rica, fuese también deliciosa, construyó un acueducto capaz de
recoger los antiguos manantiales del valle de Sidonia, y para encauzar desde él
las aguas para el servicio particular, las reunió en este lugar para ser
distribuidas. Obra verdaderamente Real, fue su arquitecto D. Bartolomé Mendiola
y se concluyó el año MDCCXLIII”.
Tras rescatar del olvido obligado
por el abandono, la singularidad de este humilladero o ermita portuense, el
Ayuntamiento debiera tomar cartas en el asunto y devolver a la ciudad esta joya
decentemente restaurada.
Enrique Bartolomé
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