El orden de los tiempos: Juan Miguel Sánchez y su caja de colores

Juan Miguel Sánchez y su caja de colores

LUSTRACIÓNMaría Fernández Lizaso

EL ORDEN DE LOS TIEMPOS



Publicado en el Diario de Cádiz

Retratista y muralista en edificios civiles y religiosos ejecutando al fresco, los críticos definen su pintura como "cálida y vibrante, dechado de elegancia, de múltiples sugestiones, rica en valores cromáticos y plásticos, de una gran fuerza representativa e impregnada en poesía.


Son muchos los portuenses que por diversas razones tuvieron que abandonar nuestra ciudad de pequeños, y allá donde fueron implantaron su manera de ser y de sentir. Recorriendo las atrayentes páginas de la revista de historia de El Puerto me encuentro con un artículo escrito por el catedrático de historia del arte de la universidad de Sevilla, Antonio de la Banda y Vargas, que me animó a profundizar en la sugestiva y polifacética labor del artista local Juan Miguel Sánchez Fernández.

Nació en nuestra ciudad el 1 de agosto de 1900 en el seno de una familia acomodada, recibiendo las aguas del bautismo en la Iglesia Mayor Prioral, En el Puerto transcurrió su infancia y primera juventud -a decir del profesor de la Banda-, y ya desde esos momentos se pudo adivinar su vocación artística. Tanto es así que sus padres, tras comprobar que su principal juguete era una caja de colores, lo matricularon, con sólo 8 años en la recién fundada Academia de Bellas Artes Santa Cecilia. A los 17 años se trasladó a Sevilla para continuar sus estudios en la Escuela de Artes y Oficios bajo la dirección de Virgilio Mattoni, Gonzalo Bilbao y Manuel González Santos, siendo de suma importancia para su trayectoria el que acudiese a las lecciones nocturnas en el Ateneo de Sevilla, donde el pintor gibraltareño Gustavo Bacarisas se convirtió en uno de sus principales maestros.

Sus inicios en el mundo del arte fueron difíciles, trabajó durante un tiempo en un taller de cerámica y se estableció en el barrio de Triana. Sin abandonar la pintura, se interesó por el mundo del cartel, donde obtuvo algunos éxitos notables, fue capaz de introducir novedades técnicas en este campo y superó las estereotipadas imágenes costumbristas hasta entonces muy utilizadas.

Juan Miguel Sánchez ejerció como buen retratista y muralista en edificios civiles y religiosos, ejecutando al fresco. Su vena polifacética le llevó al mundo de la cerámica, a la del cartel y como no a la pintura al óleo, tanto con temática costumbrista como con escenas de género, retratos, paisajes y bodegones. También practicó el dibujo y la acuarela. Un auténtico artista polifacético.

Los críticos definen su pintura como ‘cálida y vibrante, dechado de elegancia, de múltiples sugestiones, rica en valores cromáticos y plásticos, de una gran fuerza representativa e impregnada de poesía, que se injerta en la propia sustancia pictórica’. Aquellos que han estudiado su obra destacan su hombría de bien y su sincero cristianismo, Y lo definen como dominador de todas las técnicas pictóricas, tanto murales como de caballete, siendo un exquisito dibujante, un excelente colorista, un hábil compositor y un auténtico tratadista, como lo prueba el indiscutible impacto que dejó en cuantos alumnos pasaron por su cátedra.

Quién nos iba a decir a los portuenses que el nombre que ahora tiene el Camino del Juncal se corresponde con un artista portuense tan destacado como cercano. Para contemplar su obra, cuando se acerca la Semana Santa, no tenemos sino que ver el original diseño de enseres para las cofradías de Sevilla, como el paso de palio de la Virgen de los Ángeles de la Hermandad de Los Negritos, o la restauración de la Virgen de la Amargura.

En cuanto a la pintura mural, la decoración para la Iglesia de la Barriada de la Electromecánica en Córdoba, con escenas de la vida de Cristo y de la Virgen; los ocho frescos que decoran el vestíbulo de la Estación de Autobuses del Prado de San Sebastián en Sevilla, con escenas relacionadas con el costumbrismo andaluz del siglo XIX, el coro de la iglesia de San Luis de los franceses o la decoración de la Parroquia de Santa Teresa en la Plaza de las Moradas de la capital hispalense.

De la hermandad de Los Negritos fue nombrado director artístico, con derecho de asistencia a las Juntas con voz y voto, e iniciándose así veinte años prodigiosos en creatividad y un conjunto de Palio excepcional. Como curiosidad, que no reflejan los anales de la historia, tras la riada y cabildo de septiembre de 1963, fue Juan Miguel quien propuso realizar una nave lateral en el lado de la epístola, para el Santísimo Cristo de la Fundación, que hoy se conserva.

De la talla del portuense Juan Miguel Sánchez, venían a referir en los años 30, unas coplas de Valverde, León y Quiroga: “Al museo de Sevilla/ va a diario Juan Miguel/ a copiar las maravillas/ de Murillo y de Valdés”.

Hasta aquí los trazos de la biografía de un portuense, desconocidos para muchos, el pintor Juan Miguel Sánchez con el que podemos compartir sus múltiples sugerencias paseando por aquellos lugares donde dejó su huella.


Enrique Bartolomé






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